Comencemos con la premisa de que la educación es pilar fundamental en la formación de todo ser humano y piedra angular en el desarrollo de las profesiones, como es el caso de la enfermería. Cierto es, que durante la historia de la humanidad, la presencia de las enfermedades han estado presentes desde la época primitiva hasta la actualidad, situación que ha conllevado a contar con alguien que otorgue el cuidado a los enfermos, de ahí que el acto de cuidar como razón de ser de la enfermería es tan antigua como la humanidad misma. 

 

Se reconoce que durante la historia de la enfermería han existido hechos y protagonistas que han marcado su desarrollo de manera favorable como desfavorablemente en la formación de los profesionales, es por ello que mencionaré algunos de estos hechos a fin de contextualizar la educación en el profesional de enfermería. En las culturas primitivas, la práctica del cuidado se centró en la mujer a fin de mantener la vida, la salud y el bienestar del grupo. Esta práctica se orientó a cubrir las necesidades básicas como la higiene, el vestido, la alimentación y todo lo relacionado a favorecer el bienestar de las familias. 

Es así como las mujeres se convierten en las primeras cuidadoras, quedando la feminidad ligada a las prácticas humanas en relación al proceso de salud-enfermedad y quedar a su cargo el cuidado de los niños, de las embarazadas, la atención del parto y el cuidado de los enfermos.

 

El conocimiento de estas mujeres para la práctica del cuidado, se basaba en la intuición y en la experiencia, situación que prevaleció durante mucho tiempo. Otro hecho importante, está relacionado con la religión cristiana donde la práctica del cuidado se asocia a las normas establecidas por las ideas religiosas e incluso el término “vocacional” se relaciona con este aspecto, toda vez que la persona cuidadora otorga el cuidado al enfermo para rendirle amor a Dios o como un medio para garantizar la salvación eterna. 

Para tal fin, las personas que ejercían el cuidado, como las viudas o vírgenes, debían ser formadas en la docilidad, pasividad, humildad y obediencia al médico, aspectos actitudinales que deberían sobresalir más que los escasos conocimientos teóricos que tenían para ejercer esta práctica, quedando el saber confinado a la clase religiosa.

 

Durante la Edad Media surgen en el seno de las hermandades militares, órdenes dedicadas al cuidado de los enfermos, quienes combinaron los atributos de la caballería, el militarismo, la religión y la caridad en su servicio al prójimo. 

Fue tal la influencia de éstas órdenes en la enfermería que le heredan en su hacer: la importancia del uso de uniformes, disciplina, algunas directrices administrativas de los servicios hospitalarios y el establecimiento de un sistema de organización rígidamente jerarquizadas . Aspectos que aún persisten en la formación de los profesionales de enfermería y en el ámbito administrativo de los servicios de enfermería. 

 

En la edad moderna, ante los avances científicos y tecnológicos en el ámbito de la salud, surge la necesidad de contar con personal calificado para asumir algunas de las actividades que realizaban los médicos, mismas que fueron delegadas a las personas que ejercían el cuidado, quedando su práctica limitada a las indicaciones médicas, de aquí surge el concepto de mujer auxiliar o ayudante del médico. También estos avances favorecieron la construcción de hospitales, generando la necesidad de contar con personal que realizará la función asistencial a los enfermos, situación que propició la contratación de personal seglar de las capas sociales más bajas y de dudosa reputación, sin la mínima preparación para ello. 

Este hecho trajo consigo, que se llegará a considerar el ejercicio de la enfermería como un oficio indeseable, inferior e incluso algo indigno. En este contexto, es cuando se inicia la transformación de la práctica de enfermería, la cual tuvo lugar durante el siglo XIX y parte del siglo XX, generando cambios importantes que llevaron a la reforma de esta profesión, a fin de mejorar la práctica y obtener el reconocimiento de la enfermería como una profesión. 

Es así como se inicia la profesionalización de la enfermería a través de la iniciativa de Florencia Nightingale, quien considera a la enfermería como profesión, digna de ser ejercida por mujeres competentes y romper el paradigma de un oficio ejercido por mujeres de mala reputación e ignorantes, así como abogar por una formación laica. 

 

No está por demás mencionar, que en esa época la resistencia médica a la formación de las enfermeras era evidente. Gracias a su interés particular en la educación formal de las enfermeras y a su propia formación como tal, crea una de las primeras escuelas de enfermería en el continente europeo. 

Señala que la educación de la enfermera tenía dos aspectos: la adquisición de conocimientos y mediante la observación del carácter (virtudes éticas), considerando fundamental no solo la formación teórica sino también la formación práctica. Este tipo de escuelas fueron proliferándose en diferentes países a través de las enfermeras que emigraron y crearon sus propias escuelas. 

México no fue la excepción, se crearon las primeras escuelas de enfermería siendo los médicos quienes asumen la capacitación de las enfermeras en colaboración con enfermeras norteamericanas y alemanas. Los requisitos de ingreso de los estudiantes era contar con el ciclo de la primaria; al paso de los años, se solicitó el ciclo de secundaria permaneciendo por muchos años con la formación de estudiantes en el nivel técnico, con título de enfermera, pero considerándose como oficio.

Cabe destacar, que en nuestro país desde la época precortesiana, la atención a la mujer en el embarazo, parto, puerperio y durante los primeros meses de vida del niño, fue dada por mujeres denominadas Tizitl (partera empírica), quienes con su labor han obtenido un gran reconocimiento social sobre todo en las comunidades muy lejanas. Sin embargo, a través del tiempo, se requirió de mayores conocimientos y técnicas propias de enfermería por lo que fue necesario fusionar a la enfermería y la partería.

Precisamente, este campo de acción materno infantil representa una gran área de oportunidad en la formación de los profesionales de enfermería con el grado de licenciatura en enfermería y obstetricia, quienes han obtenido las competencias cognoscitivas, procedimentales y actitudinales que hacen de su práctica, un ejercicio profesional independiente y responsable lo cual contribuye en la mejora de la atención perinatal.

Al respecto, considero que en la actualidad uno de los factores que afecta este reconocimiento, es la creación de las múltiples escuelas o institutos para la formación de profesionales de enfermería que cuentan con diversidad de planes de estudio y requisitos de ingreso como es el nivel básico (secundaria), lo que favorece la formación en el nivel técnico, ya que a pesar de haberse creado la licenciatura en enfermería, aún la formación en este nivel superior es insuficiente. Esto quizás, este relacionado con las bajas expectativas que pueden tener los estudiantes, al no existir esta categoría o puesto de trabajo en las instituciones de salud dándole el mismo valor al nivel técnico como al nivel licenciatura. 

Cabe señalar, que en mi experiencia como docente en una escuela de nivel técnico, algunos estudiantes que cuentan con preparatoria, ingresan a estudiar enfermería porque son rechazados de otras carreras de nivel licenciatura, siendo una opción para no dejar de estudiar o bien porque identifican una carrera corta que representa una opción de trabajo a corto plazo, situación que más que favorecer a la profesión, la desfavorece, al no tener la disposición para ejercer una profesión con alto grado de responsabilidad y compromiso.

 

Todo lo anterior, ha generado impactos positivos y negativos en la formación de los estudiantes de enfermería y en la práctica profesional, situación que viví incluso desde mi formación como enfermera y durante mi ejercicio profesional. 

Por ejemplo, el género ha marcado el desarrollo profesional de enfermería, porque ha sido la mujer quien ha ejercido la práctica del cuidado por mucho tiempo, etiquetándose como oficio de exclusividad para este grupo y considerarse en su momento, como algo indigno para ser formado como enfermero, situación que actualmente ha cambiado, ya que día a día se observa el incremento en la matrícula del sexo masculino a esta profesión. Esta construcción cultural en la práctica profesional, ha permitido, minimizar la participación del personal de enfermería en el proceso de salud-enfermedad, considerando su actividad infravalorada, de subordinación, de invisibilidad, con mínimo prestigio social y ausencia de poder en las instituciones de salud. Incluso considerarse aún a la enfermería como las auxiliares de los médicos con actividades médicas delegadas bajo un modelo curativo.

 

Es por ello que los atributos que en su momento prevalecieron en el cuidado de las personas como la docilidad, pasividad y obediencia, donde los conocimientos de enfermería se transmitían a través de la formación vocacional enfocada en la ejecución de tareas asistenciales, hoy se manifiestan en autonomía, responsabilidad y compromiso a través de aplicar el conocimiento enfermero basado en teorías y modelos conceptuales de enfermería que fundamentan el cuidado en relación con la persona, el entorno y la salud , y que se refleja en la práctica profesional para obtener el reconocimiento de la enfermería como profesión.

 

Toda vez que la formación del profesional de enfermería requiere desarrollar actitudes y valores de autenticidad, autoconciencia, sensibilidad y autoaceptación para establecer una relación con el otro. Para otorgar un cuidado humanizado, razón de ser de la enfermería, basado en aspectos éticos y de valores siendo uno de ellos principalmente, el respeto a la dignidad de la persona que se atiende y que se manifiesta en la relación enfermera-paciente, donde la sensibilidad se mantenga a flor de piel y desarrollar la empatía, “ponerse en el lugar del otro”, la comprensión y la compasión ante el dolor o sufrimiento ajeno. 

Es aquí donde se dimensiona el valor que tiene la filosofía de la enfermería en la formación de los profesionales y en la práctica profesional, la cual les permite reflexionar sobre su sistema de creencias, relacionadas con su ser, su saber y su hacer. Es decir, problematizar su realidad mediante una serie de interrogantes como ¿Quién soy?, ¿Cuál es mi razón de ser como profesionista?, ¿Cómo influyen las políticas de salud en mi práctica?, ¿Cómo me desempeño profesionalmente?, ¿Cómo me percibe la sociedad en el desempeño de mis funciones?, ¿Quién es el paciente?, ¿Qué esperan de mi los pacientes, ¿Cómo influye el entorno en la salud de los pacientes?, entre otras. 

A fin de dar respuesta de manera crítica por los profesionales de enfermería y con ello encontrar su razón de ser e identidad con la profesión, para trascender y desarrollar una práctica independiente y con libertad en el acto de cuidar. Es por ello, que el desarrollar en los profesionales de enfermería la capacidad de cuidar y dar cuidado a la salud y a la vida humana como valores centrales y a la vez, aplicar en la interacción enfermera-paciente los valores de confianza, de ayuda, de compasión y dedicación con las actividades técnicas, es un proceso complejo, pero es uno de los más importantes que no podemos perder de vista los docentes.  

 

Es así como la formación del profesional de enfermería, está sustentada en un eje disciplinar, un eje metodológico y un eje socio humanista, que permite desarrollar sus competencias cognoscitivas, procedimentales y actitudinales, que fundamentan su ser, su saber y su hacer en el campo de la salud. 

 

Cabe resaltar, que en estos dos últimos años la pandemia del COVID-19, modificó de manera significativa este proceso de formación, debido a la prioridad de salvaguardar la seguridad de los estudiantes, los docentes y la sociedad en general, lo que propició la creatividad e innovación en los procesos de enseñanza y aprendizaje para poder desarrollar las diferentes asignaturas. 

Sin embargo, la práctica hospitalaria que permite la aplicación de la teoría, ha sido la más afectada y quizás sea la brecha que tienen los diversos profesionales de la salud en su formación para cumplir con el perfil de egreso de las instituciones educativas. 

Por último, durante esta pandemia se demostró la importancia de la participación que tienen los profesionales de enfermería como personal de primera línea en la atención de los pacientes, misma que la ha llevado a obtener el reconocimiento mundial a la gran labor que realizan y como un gran pilar en las instituciones de salud. Por lo tanto, debemos continuar en el camino hacia la excelencia en la formación de los profesionales, mediante el fortalecimiento de la vinculación docencia, asistencia e investigación para destacar nuestro ser, saber y hacer en la práctica profesional, recordando que el profesional de enfermería no sólo se forma en las escuelas, sino también en las diferentes instituciones de salud de cualquier nivel de atención. 

 

Escrito por: Maestra Gloria Saucedo Isidoro
Tomado de la revista “Horizontes del Conocimiento” No. 148
https://www.aesculapseguridaddelpaciente.org.mx/docs/revista/2022/Jun2022.pdf

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